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miércoles, 22 de febrero de 2012

ΕΜΒΛΗΜΑΤΙΚΟΣ, εμβληματικός (emblimatikós)


EMBLEMÁTICO: 1. adj. Perteneciente o relativo al emblema, o que lo incluye. 2. adj. Significativo, representativo.
Van ya casi para cinco los años que llevo en Grecia y todavía no había ido a uno de esos espectáculos musicales que tan caracerísticos son de la cultura helena: los “buzukia”. 
Quien haya venido por estas tierras no habrá dejado de sorprenderse por la cantidad de vallas publicitarias que anuncian estos eventos musicales. Aunque muchos de ellos presentan a cantantes prácticamente desconocidos, también los hay donde puedes ver actuar a las estrellas del momento. En mi caso, Sakis Rouvás. Estoy segura de que algunos (y sobre todo algunas) recordarán a un apuesto griego que participó en Eurovisión (aquí Eurovisión es casi una cuestión de estado: van los que están más de moda). 
Yo fui (junto con otras 16 mujeres latinas), llena de curiosidad y sobre todo por ver (no tanto por oír) al susodicho. Y tengo que reconocer que me entusiasmó. El local era impresionante. Una pista circular en medio de un enorme salón con una altísima cúpula llena de pequeños focos y, alrededor de ella, en círculos concéntricos, cómodos sillones o coquetos veladores que, para el momento en que llegamos, ya tenían colocados el agua, los vasos y enormes cubiteras llenas de hielo. Cuando pedimos nuestras consumiciones, llegaron acompañadas de platos de fruta fresca y de frutos secos. A lo largo de las actuaciones (que duraron unas cinco horas), nunca nos faltó algo que comer. En cuanto un plato disminuía, nos traían otro, y lo mismo con el hielo. No hacía falta pedirlo. Los camareros estaban muy pendientes de lo que ocurría en cada mesa, y a poco que girases la cabeza, ya le tenías preguntándote que qué querías.
En la pista, se sucedían los artistas, como siempre, por orden de importancia. Y entre artista y artista, ahora un número de baile, ahora un DJ, entretenían las esperas y animaban al personal. Cuando apareció Sakis, la gente se volvió loca. Entre las mesas, pasaban muchachas con bandejas llenas de flores que la gente lanzaba a su ídolo (el hecho de enterarme que todos esos claveles provenían de las coronas mortuorias que desechaban los cementerios, no restó plasticidad al asunto, casi al contrario, me pareció una buena metáfora del “muerto al hoyo y el vivo al bollo”)
Lo pasamos estupendamente, lo cual no era raro teniendo en cuenta que llevábamos la juerga puesta, pero no fue esto lo que más me llamó la atención, sino lo bien que estaba organizado todo (el acceso, los servicios, la atención), lo bien que se lo pasaba la gente (sin estridencias, sin histerias) y lo amablemente que se comportaban los artistas con los fans. Cuando alguna muchacha lograba encaramarse al escenario y acercarse al cantante, éste normalmente se dejaba abrazar hasta que un agente de seguridad, con una sonrisa y de lo más delicadamente, retiraba a la espontánea y la acompañaba, siempre abrazándola, hasta el lugar más fácil para bajar. 
Sí, me sorprendió el buen comportamiento general de la gente, los de arriba y los de abajo. No olvidemos que estamos hablando de un ídolo pop. Un Alejandro Sanz heleno, que estaba ahí, a metro y medio de tí. Mirándote a la cara, dándote la mano y reteniéndola en la suya (fue mi caso), mientras seguía cantando como si existieras tú sola.
Tuvimos además la suerte de tener un final apoteósico. Una de las chicas de nuestro grupo, venezolana y salsera, que no paraba de bailar cada una de las canciones, moviendo su cuerpo como sólo las caribeñas saben, fue invitada por el propio Sakis a subir al escenario y a bailar junto a él la canción entera. Cuando terminó, la besó la mano y la acompañó hasta donde estábamos. En principio se dio la vuelta para empezar otra canción, pero cuando vio que nuestra amiga, minifaldera, no encontraba por dónde bajarse del escenario, se acercó de nuevo y con gran solicitud, la ayudó a bajar.
Ni qué decir tiene que nuestra amiga se quedó enamorada de Rouvás. Y yo me quedé enamorada de todo: de la organización, del buen rollo, de la profesionalidad... porque aun en los tiempos que corren, y aunque haya quien todavía se atreva a dudarlo, o quienes se empeñen en ver sólo su peor cara, todo esto también existe en Grecia.