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jueves, 31 de marzo de 2011

ΑΝΤΙΜΙΛΙΤΑΡΙΣΜΟΣ, αντιμιλιταρισμός (antimilitarismós)


ANTIMILITARISMO: 1. m. Tendencia contraria al militarismo.
El mundo está soliviantado. Sobre todo el árabe. Cuando parece que las cosas se van calmando en un país, empiezan a complicarse las cosas en otro. 
Creo firmemente que cada país tiene derecho a tener los dirigentes que su pueblo elija. Y que tiene que luchar por ello de la manera que pueda. Para mí la democracia sigue siendo la “menos mala” de las formas, pero es evidente que en muchos de los países dónde los dirigentes se han apoltronado en el poder, esta salida es la más complicada. Y claro, llegan las manifestaciones, y con ellas las represiones, y los enfrentamientos entre los distintos bandos, y al final, las guerras.
Egipto ha logrado, de momento, librarse de esta última consecuencia. Yo creo que la razón principal ha sido que finalmente Mubarak haya dado su brazo a torcer y se haya retirado del panorama político.
Pero en Libia no está siendo así. Gadafi cree ser un envíado de Dios y el hecho de que el mundo se ponga en su contra no hace más que empecinarle en su convencimiento. ¿Y qué se debe hacer en estos casos? ¿Dejar que masacre a la población hasta que estén tan hartitos de sangre que vuelvan a bajar la cabeza y a sufrir? En Libia podrían vivir todos tan bien como  Gadafi. Son sólo cinco millones, con una tierra rica en petróleo, con un agradable clima, con una población jóven. Pero Gadafi se lo ha ido quedando todo. Ha querido convertir a su pueblo en un hatajo de ignorantes negándoles hasta la educación que abriera sus ojos a tamaña injusticia. Pero afortunadamente el saber se abre paso de una manera u otra. Y los canales de información hoy en día no permiten que no se sepa lo que pasa en el país de al lado. Y ellos también querían su libertad, pero en seguida se vio que, con los medios a su alcance, no iban a poder.
Por eso creo que la resolución de la ONU fue un acierto. Y además lo querían los propios libios (y lo sé de primera mano, ya que cuento entre mis amigos a un libio-griego que está haciendo lo imposible por informar de ello a quien quiera oírlo). 
Esa es la primera, y esencial para mí, diferencia con la guerra de Irak. He oído -y leído- muchos comentarios acerca de por qué nuestro gobierno ha apoyado una guerra cuando estaba tan en contra de otra. Y me ha asombrado que no se vieran las diferencias: ¡Si hasta los periodistas del congreso comentaron en su día que nunca habían visto un pleno más consensuado que cuando el presidente explicó por qué se España se había unido a las fuerzas de la ONU! No, no es lo mismo que Irak. Y la prueba está en que en el circo político al que asistimos casi diariamente en nuestro país, estaban todos de acuerdo. 
¿Todos? No, todos no. Izquierda Unida votó en contra, ya que considera una injerencia en la soberanía de otro país el hecho de ponerse de lado de los “rebeldes”, o sea, en este caso, de la gran mayoría del pueblo Libio.
También aquí en Atenas hubo manifestaciones organizadas por el Partido Comunista protestando por el apoyo de Papandreu a la resolución de la ONU. ¿Pero no ha sido siempre una máxima comunista que el pueblo siempre tiene la razón, que el pueblo se tiene que levantar contra los opresores? ¿Y si no puede con ellos? ¿Y si el opresor en cuestión se pasa al pueblo, a la ONU y a la opinión pública por el forro? ¿Hay que dejarle que acabe con ellos? ¿Hay que decir: “eso son cosas de los libios, y que lo arreglen ellos solitos”?
A mi esta postura me desconcierta. Como decía mi amigo Zad (el libio), parece como si el mensaje comunista fuera:  No se puede permitir que se explote al pueblo... ahora si se le masacra nosotros ya no nos metemos.

viernes, 11 de marzo de 2011

ΤΑΛΕΝΤΟ, ταλέντο (talénto)


TALENTO: (Del lat. talentum, y este del gr. τάλαντον, plato de la balanza, peso).
1. m. inteligencia (‖ capacidad de entender).
2. m. aptitud (‖ capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación).
3. m. Persona inteligente o apta para determinada ocupación.
4. m. Moneda de cuenta de los griegos y de los romanos.
Ya he comentado en varias ocasiones que me estoy quitando de la política. Sobre todo ahora que nos encaminamos a épocas electorales y estos señores que nos representan se ponen especialmente pesados. Pero es imposible, si se está en el mundo, no quedarse boquiabierto con algunas perlas que los políticos tienen a bien regalarnos.
Hace unos años se hizo famoso el caso de la “lideresa” Aguirre, entonces Ministra de Cultura, cuando, al ser preguntada por el último libro de Saramago, comentó que no había leído mucho de “esa escritora” (Sara Mago), o cuando declaró que no había visto la película Air Bag, porque sólo le interesaba  el cine español. 
Hoy la Presidenta de la Comunidad puede estar tranquila, pues en sus mismas filas existe, al menos, otro que tiene su mismo talento. Se trata del Consejero de Transportes e Infraestructuras del Gobierno de Madrid, quien, en plena Asamblea, intentaba burlarse del diputado socialista Modesto Nolla por hablar del “metrobús”, título que, según el consejero del ramo “No existe”. Lo dijo varias veces, lo dijo gritando, le recomendó al diputado que antes de hablar de hablar de transporte y de títulos, se enterase de lo que estaba hablando y todos los de su grupo parlamentario le aplaudieron.
Claro, ha tenido que pedir perdón a los ciudadanos, a la Asamblea y por supuesto al diputado socialista, porque el metrobús existe. Y no es que me extrañe que alguien (que seguramente no coge nunca ni el metro ni el autobús) no sepa de la existencia del billetito en cuestión, pero que no lo sepa el consejero de transportes ya me da un poco más de miedo.
Las redes sociales se han hecho eco rápidamente de la metedura de pata, y me he reído mucho leyendo en Twitter frases del tipo “el metrobús no existe, son los padres”, o “en ocasiones veo un metrobús”, o “declaraciones exclusivas del metrobús: el que no existe es Ignacio Echeverría”, por citar algunas.
A mí, lo primero que me ha venido a la cabeza es un chiste muy antiguo, que transcurría en un cuartel donde el sargento “Echevarría” , que se supone instruía a la tropa, criticaba los escasos conocimientos de los soldados en ese tono de suficiencia que a veces tienen “los mandos”. “Son ustedes unos brutos -les decía- que ni siquiera saben que el agua hierve a noventa grados”. Uno de los soldados, el cabo Nolla, que había tenido la suerte de haber ido al colegio, levanta la mano y le dice casi con miedo “Mi sargento, el agua hierve a cien grados”. “Pero qué tontería está usted diciendo Nolla, responde el sargento. ¡Todo el mundo sabe que el agua hierve a noventa grados!”. “Perdone mi sargento que le contradiga, responde Nolla un poco acojonado y temiendo el calabozo,  pero el agua hierve a cien grados”. 
Un poco escamado, porque sabe que Nolla ha estudiado y en el fondo -y al contrario que el Echevarría real-  tiene la sensatez de ser consciente de su propia ignorancia, decide consultar sus apuntes y tras hacerlo le espeta triunfalmente a la atribulada audiencia: “Anda coño, si es verdad, el agua hierve a cien grados...

¡Lo que hierve a noventa grados es el ángulo recto!”.