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viernes, 27 de febrero de 2009

ΥΔΡΟΘΕΡΑΠΕΙΑ, υδροθεραπεία (idrozerapía)

HIDROTERAPIA: Método curativo por medio del agua.

Cualquiera que haya venido a Grecia habrá tenido la oportunidad de comprobar la importancia que el agua tiene en este país. No es sólo que esté rodeada por un mar mediterráneo que por estas latitudes es exultante (ningún azul como el azul del mar griego). Ni me estoy refiriendo a esa costumbre que tanto me llama la atención de meterse en el mar en grupitos y pasarse horas allí, sin moverse, charlando y arreglando el mundo (verdadera hidroterapia ésta, o, para ser más exactos, Thalasoterapia).

Me refiero a la relación que los griegos tiene con el agua dulce. Con la de beber. Tú te sientas en cualquier bar, cafetería o restaurante, y antes de que pase un minuto, aparece un camarero y te deja en la mesa o bien un vaso, o bien una jarra de agua. Nótese que no digo “una botella de agua”. No, es agua del grifo, de la que no cobran. Luego ya te preguntarán si quieres algo más pero, por delante, el agua.

Una costumbre genial, a mi modo de ver y con bastante lógica en un país en el que en verano, los cuarenta grados son cosa de casi todos los días. Bueno, diréis, no es tan raro, te la dan porque saben que vas a consumir. Puede ser, pero ¿Sabéis cuanto cuesta en Atenas, en el chiringuito que está al pie de la Acrópolis, en pleno Agosto, una botella de medio litro de agua?: 0,50€. ¿Sabéis cuánto pagué por una botellita similar la última vez que estuve en Madrid, en un centro comercial cualquiera?: 3 €.

En Grecia, como en muchas otras partes, desde la llegada del euro, las cosas han cambiado mucho y los precios se han subido a la parra, y en algunos sitios se pagan unos precios ridículos por, por ejemplo, un café. Pero el agua no. El agua es sagrada. No se especula con el agua.

El colmo de esta curiosidad (que no debería serlo tanto, ya que, cierto es, el agua es sagrada) lo vivimos anoche. Fuimos a cenar con otra pareja a un restaurante de moda en la zona de Vouliagmeni. Cuando terminamos de cenar y fuimos a recoger nuestros coches, el “aparca”, además de nuestras llaves, traía una bandejita con cuatro botellas de agua. “Para la vuelta” dijo.

Y se quedó tan tranquilo el hombre, sabiendo que llegaríamos a casa bien hidratados. Un ejemplo a seguir.