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lunes, 27 de abril de 2009

ΟΡΘΟΔΟΞΙΑ, ορθοδoξíα (orzodoxía)

ORTODOXIA: Conformidad con doctrinas o prácticas generalmente admitidas.//Conformidad con el dogma de una religión.// Entre católicos, conformidad con el dogma católico.// Conformidad con la doctrina fundamental de cualquier secta o sistema.// Conjunto de las iglesias cristianas orientales.

No me gustan las religiones. Creo que, en los tiempos en los que andamos, están creando muchos más problemas que soluciones. Sólo hay que ver todos los conflictos bélicos que tenemos por el mundo. La mayoría de ellos han sido provocados, al menos en su origen, por diferencias de fe.

La constitución griega garantiza la libertad absoluta de religión, aunque establece como “prevalente” la religión Ortodoxa Griega, con sede en Constantinopla (Estambul, en griego), hoy parte de Turquía pero antiguamente capital del Imperio Griego Bizantino.

La doctrina ortodoxa está presente en el día a día de la vida actual en Grecia. En Semana Santa, por ejemplo, todo el mundo participa de las tradiciones que la iglesia mantiene para estos días. Incluso la gente que no es practicante toma parte en estos actos y trata de trasmitírselos a los miembros más jóvenes de la familia. La noche del Sábado Santo, por ejemplo, casi todo el mundo se acerca a la iglesia a las 12 de la noche para recibir “la nueva luz” en forma de vela, (hay todo un mercado alrededor de las vistosísimas velas para niños) que llevan a su casa donde les espera una gran cena con todos los manjares que han estado prohibidos durante la cuaresma. En un ambiente festivo –en casi todas los templos hay fuegos articiales- la gente se felicita una a otra con el tradicional “Jristos Anésti” (Cristo ha resucitado), invariablemente contestado por el “alizós anésti” (verdaderamente ha resucitado), y el “Jrónia Polá” (por muchos años), que recuerda al “Feliz año nuevo” que todos nos deseamos el primero de año. El domingo, el olor a cordero a la brasa inunda el país. Todas las familias se reúnen para comer e incluso algunos hoteles ofrecen la posibilidad de celebrar la fiesta en sus jardines. Hasta se intercambian regalos, como en navidad.

De todos es sabido que los sacerdotes ortodoxos pueden casarse (eso sí, antes de ordenarse, una sóla vez en su vida y con mujer de “buena fama”, nunca antes casada), y tener hijos, por lo que no es improbable encontrarse con un ensotanado cura griego en, por ejemplo, las reuniones de padres del colegio.

Este tipo de cosas me han llamado la atención desde siempre. Son aspectos que me hacen pensar en una religión mucho más cercana al pueblo que la católica, mucho menos restrictiva, más “relajada”. Pero, eso sí, siempre presente. Demasiado presente, a veces.

Por eso, me ha sorprendido muchísimo, y gratamente, saber de esta cuestión que paso a relataros. El protagonista es mi amigo (y padrino de mi boda) Manos (sí, ya se que suena raro si es la primera vez que lo oís, pero el nombre sería “al cambio” nuestro Manolo).

Desde hace ya mucos años Manos, como muchos otros griegos, quieren seguir manteniendo sus tradiciones, pero no quieren que la iglesia esté tan unida al Estado. Hace mucho que perdieron la fe (si es que alguna vez la tuvieron) y no quieren pertenecer formalmente a esta iglesia. O sea, quieren apostatar, eso que tanto nos cuesta conseguir a los católicos.

Manos decidió enterarse de cómo podría hacerlo y se fue a una oficina de información al ciudadano (los KEP de los que ya he hablado en alguna otra ocasión). La señorita que le atendió, al saber de su interés de darse de baja en la iglesia ortodoxa, le preguntó muy naturalmente ¿Para hacerse de qué religión?, a lo que él contestó “A ninguna, no quiero pertenecer a ninguna religión”. La funcionaria se quedó un poco sorprendida por tal deseo, pero, quizá llevada por la curiosidad o por un encomiable sentido del deber, le dijo que no podía decirle en ese momento cómo lo tenía que hacer ya que no disponía de información sobre ello, pero que le diera una semana, y tendría la solúción.

Mi amigo volvió y la señorita le contó que debía ir al registro civil en el que estuviera inscrito, y hacer allí su declaración. Así lo hizo.

El otro día vino a cenar a casa y me tendió con cara de orgullo una hoja de papel. Era su certificado de nacimiento, en el que también aparecía (para que os hagáis idea de hasta qué punto están unidos religión y Estado), su partida de bautismo. Bajo esta última, habían añadido el siguiente asiento:

“Cambio de religión. Con fecha 11/03/09 , el Sr (nombre completo de mi amigo) declara que desea no pertenecer a religión alguna. Esta declaración ha sido hecha por él libremente, sin ningún ejercicio de presión, ni psicológica ni de ningún tipo (cumpliendo la recomendación legal 687/91), y así lo declara el niño (sic) con el carnét de identidad nº………”

Y ya está. Ya no es ortodoxo. Así de fácil. Aunque seguramente seguirá asistiendo a las cenas del Sábado Santo y haciendo el cordero. Y no me resultaría demasiado raro verle comprar velas a sus futuros hijos para ir con ellos a recibir el fuego purificador (que por otro lado tiene unas raíces claramente paganas).

Y yo, sin embargo, aunque probablemente (vistas las dificultades) seguiré perteneciendo a esa iglesia a la que me inscribieron cuando nací, no creo que jamás lleve a mis hijas a una misa, ni quiera ver con ellas una procesión, y por supuesto, nunca rechazaremos (a ellas les gusta tanto como a mi) un buen jamón aunque sea Viernes Santo.