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miércoles, 24 de octubre de 2007

ΑΠΟΣΤΑΣΙΑ, αποστασία (Apostasía)

APOSTASÍA: Revuelta, rebelión, deserción. Dicho de un hecho religioso: abandonar irregularmente la orden o instituto a que pertenece.

Ultimamente se ha hecho bastante popular el acto de la apostasía. Parece que cada día más gente decide dejar de pertenecer a un club al que les inscribieron al nacer, pero del que "no sienten los colores".

En Grecia hoy por hoy eso es impensable. Hay un número bastante bajo de personas no bautizadas, y ello solo desde después del año 1968, ya que con anterioridad -igual que pasaba en España- simplemente no estaba permitido. La iglesia Ortodoxa forma parte de la realidad nacional hasta tal punto que hace unos años el gobierno socialista de entonces se cuestionó quitar del DNI la entrada "religión" y desistieron de ello por la que se estaba armando socialmente.

Hay muchas costumbres religiosas que son parte del día a día de los griegos y una de ellas es el bautizo, que se celebra con gran boato en todas las familias y donde tiene especial relevancia la ceremonia del nombre.

Cuando entre la familia y los amigos griegos se supo que no teníamos intención de bautizar a nuestras hijas, uno de los comentarios más frecuentes (y, sorprendentemente también entre la gente joven) fue: ¿Entonces cómo va a tener un nombre?.

Esto se debe a que hasta la promulgación de la mencionada ley de 1968, un niño no bautizado en Grecia, no podía ser inscrito en el registro civil con un nombre propio. Se abría un asiento registral en el que se incluían los datos de parentesco y apellido, pero en el lugar reservado al nombre propio, simplemente ponían "bebo" o "beba", dependiendo del sexo del neonato. Si a esto unimos la costumbre ortodoxa de no bautizar a los niños hasta que han cumplido casi un año, nos encontramos con que los niños se pasaban todo ese tiempo sin un nombre que los individualizara. Y si no, se podían dar situaciones tan curiosas como la que os cuento y que se da en mi propia familia:

Hay, junto a la costumbre del bautismo, otra, aún fuertemente arraigada, de poner al primogénito el nombre del abuelo paterno. Mi cuñada nació la primera, y como en principio no tenían claro si habría más niños, decidieron ponerle el nombre del abuelo, pero en femenino: Konstantina. Bueno, ese es el nombre que le pondrían cuando la bautizaran, claro. El caso es que como mi suegra no es griega, a ella la costumbre se le hacía rara, y no pudo evitar llamar a su niña por su nombre desde que nació. Y hete aquí que la señora se queda de nuevo embarazada y con 13 meses de diferencia da a luz a un varón. Con el ajetreo del embarazo no encuentran el momento para bautizar a la niña, así que deciden esperar y bautizarlos a los dos a la vez. ¿Y qué nombre le van a poner al niño? Pues vaya pregunta, como mandan los cánones, el nombre del abuelo paterno. ¿Y qué pasa con la niña? Pues se le pone otro. Total, no está bautizada... Mi suegra se negó a este punto alegando que, por mucho que no estuviera bautizada, la niña llevaba un año oyendo como le llamaban Konstantina, y que no iba a hacerle el lío de cambiarle el nombre. Pero aceptaba ponerle el mismo nombre al niño, al que llamarían con la forma abreviada "Kosta" para que no sonara tan igual. Pero vamos, que en los papeles, son Konstantino y Konstantina, o como les digo yo: Pin y Pon.

jueves, 18 de octubre de 2007

ΑΕΡΟΠΛΑΝΟ - Αεροπλάνο (Aeropláno)

Aeroplano: Avión. Aeronave más pesada que el aire, provista de alas, cuya sustentación y avance son consecuencia de la acción de uno o varios motores.

Estaba todo preparado: Nos recogerían en el aeropuerto de Barajas y nos iríamos directitos y evitando desfiles patrióticos, a El Oso, esa magnífica sidrería que está en la carretera de Burgos y a la que pensábamos dejar sin existencias de jamón y vino. Nos habíamos levantado a las 6 de la mañana pero íbamos contentos al aeropuerto pensando en todo lo que estaba por llegar.

Pues no. Aunque muy amable, la chica de facturación nos informó de que nuestro vuelo de Olympic Airways había sido cancelado. CANCELADO. La palabra sonó como aplificada en mi cabeza y en lo primero que pensé fue en la comida.... Ahhhhhhh. La solución: ir por Viena, donde un avión de Iberia nos trasladaría a Madrid, eso sí, cerquita ya de las cuatro de la tarde, con lo que lo del ágape se ponía más difícil.

Afortunadamente las conexiones fueron buenas y, aparte de unas cuantas horas más de vuelo y de aeropuerto, llegamos con bien a los brazos de los nuestros (e incluso al jamón).

Pero aprovechando la palabra de hoy no puedo dejar de comentar una cuestión que sólo conocen los que la han tenido que padecer, y que en mi caso ha sido con mucha asiduidad. Me refiero a viajar con niños pequeños, más bien bebés. Aquellos comprendidos entre o y 2 años que no pagan billete (aunque sí las tasas) y tampoco tienen derecho a asiento.

Normalmente, el personal de tierra se desvive cuando ve que viajas con un bebé. Vienen a ti para decirte que no esperes cola (cosa que me suele dar bastante corte), y que pases la primera. Esto, a decir verdad, se agradece muchísimo, ya que los niños suelen estar inquietos y cualquier cosa que les haga llegar antes al avión, ayuda muchísimo. Tú, a estas alturas ya te has empollado todas las reglamentaciones de la IATA sobre transporte de bebés, y llegas orgullosa con tu silla maxi-cosi homologada. Como además esta vez tienes la suerte de viajar en bussines, pues mejor que mejor porque podrás poner la super silla en el asiento que sobra. Bueno, esta es la teoría, pero dependiendo del vuelo (ojo, que no digo la aerolínea) y de la idea de seguridad que tenga la azafata jefe, la cosa puede cambiar mucho. Y sirvan como ejemplo los tres vuelos de este viaje: En el Atenas-Viena la azafata nos dijo que las cosas habían cambiado hacía un mes y que ahora era obligatorio llevar al bebé en brazos todo el trayecto se tuviera o no silla homologada, y se llevaron la silla. En el trayecto Viena-Madrid, con Iberia, la azafata nos dijo que si nosotros decíamos que la silla era homologada, ella no lo discutiría y que lo único que nos pédían es que cogieramos al bebe y lo asegurasemos con un cinturón infantil en el despegue y el aterrizaje. En el Madrid-Atenas la azafata nos dijo que cogieramos al bebé, pero que no le pusieramos el cinturon infantil porque era demasiado pequeño y podría ser más peligroso... En fin, que no hemos logrado saber cuales son realmente las regulaciones.

Y como comentario final: ¿Porqué se empeñan tanto en que entres la primera al avión y que no esperes cola, si luego te tienen esperando (en el "finger" en el mejor de los casos, e incluso a veces en la propia pista) hasta que los señores que descargan las maletas se percaten de que hay carritos de bebés y que sus dueños los necesitan para ir a por las maletas?

Creo que para cuando logre conseguir una teoría para tanto desbarajuste, mis hijas ya estarán mayores y no me afectará.

miércoles, 10 de octubre de 2007

ΑΝΩΜΑΛΙΑ - Ανωμαλία (Anomalía)

Anomalía: Malformación, alteración biológica, congénita o adquirida.

Las doce del medio día. Volvemos de hacer la compra, que, como suele pasar cuando se muda uno, es cuantiosa y nos ha dejado exhaustos. Qué gran ventaja esa de tener garaje y poder subir la compra directamente a la cocina. O eso pensamos, porque cuando llegamos a nuestra calle nos encontramos con que un coche (un Toyota) está aparcado (por decirlo de alguna manera) en la entrada a nuestro garage, tapando, de paso, parte de la acera. Vamos, que un peatón tendría que salirse a la calle para poder seguir caminando.

La sangre se me empieza a calentar, pero pienso: "si alguien es capaz de dejar el coche así, será porque está muy cerca", y comienzo a darle al claxon. Primero un toque cortito... nada. Otro algo más largo... nada. Noto como el corazón se me va acelerando mientras sigo dándole al claxon cada vez con más ganas... nada. ¡¿Nada?!, pero cómo es posible que alguien tenga tanto morro! ¡Es que se merece que le pinchemos una rueda! Y venga a darle al claxon. Mi marido, que además de estar cabreado con la situación, se está poniendo de los nervios con mi insistencia en tocar el pito, me pide que baje del coche, mientras él empuja al Toyota con el nuestro de manera que, aunque lo deja en medio de la acera, permite la entrada al garaje.

Mientras él aparca, yo sigo esperando a que aparezca la dueña (lo siento, pero tengo el pálpito de que es una mujer, que seguramente está en la tienda de Armani, o de Christofle, que quedan aquí al lado) para que al menos tenga que pasar la verguenza de mirarme a la cara. Pero nada. Mi marido me dice que le ayude con la compra, pero la sangre que me está hirviendo en las venas no me deja oirle. "¿Pero como se puede tener tanta caradura? O sea, que ve que es un garaje, que tiene un NO APARCAR tamaño familiar y la gualdrapa de ella ni siquiera está pendiente. Yo es que tengo que hacer algo, es que esto no puede quedar así..." Mientras pienso esto (y lo digo, porque el cabreo es tal que estoy hablando sola en alto), siento que se despereza la macarra que llevo dentro, que agarra con fuerza el llavero y que llevado por una mano que en ese momento no me parece la mía, hace un rallajo junto al cerrojo del Toyota. Mi marido, que en ese momento sale del garaje, me ve y monta en cólera. "¿¡Pero cómo eres capaz de hacer eso!? ¿¡No te das cuenta de que te estás poniendo a su altura!?" y me hace entrar en casa con un cabreo monumental.

Dentro, la tenemos. Que si eso no se hace en ningún caso. Que si rallar un coche es de lo peor. Que si qué pretendo conseguir con eso... "Pues que escarmiente y no lo haga más" digo, indignada"Que se corra la voz de que, coche que aparca en nuestra entrada, coche que se lleva un rallajo".

Mi marido no comparte mi razonamiento y decide no seguir con la discusión vista la imposibilidad de convencerme.

Siguen pasando los días y me voy dando cuenta de que lo de aquella señora (sigo suponiendo, puesto que no la he visto en ningún momento) no es un caso aislado. Cada día, cuando llevo a mi hija de dos años a la guardería, veo que aquello no había sido una excepción, sino que es la regla. Voy porfiando a la vez que empujo el carrito, sorteando coches subidos a la acera que bloquean entradas a casas, a garages y a establecimientos comerciales. Tanto porfío que hasta mi hija cuando ve un coche cortándonos el paso, dice "Madre mía, no cabemos, ¡qué manía con los coches!", copiando la frase que repito y repito.

No me acostumbro, pero me va sorprendiendo menos la actitud. Decido que los atenienses, o bueno, por no generalizar, los habitantes de Kifisiá, que es el barrio donde vivo, tienen esa anomalía. Son incapaces de entender que no se estaciona en las aceras cortando el paso, o que si en un garaje hay una señal de no aparcar, será por algo.

Intento llevarlo mejor, pero no puedo... sobre todo cuando uno de esos días llego de recoger a la niña y me encuentro otro coche atravesado en la entrada de mi garaje. Según me voy acercando voy alterandome... vaya, qué casualidad, del mismo color que el de la señora. Vaya, qué casualidad, de la misma marca que el de la señora. Vaya, qué casualidad, con el mismo rallajo que el de la señora... Meto la mano en el bolso y encuentro las llaves, pero como soy una persona civilizada, las suelto y en su lugar cojo un post-it en el que escribo "La próxima vez llamo a la policía" y lo pego encima de la cerradura.

Al buen rato (he estado pendiente mirando por la ventana), veo que se acerca al coche una señora (lo sabía) con muchas bolsas de tiendas de renombre. Abro la puerta del garage para que me vea y al menos pase un mal rato. Me la quedo mirando con gesto de "cómo no se le cae la cara de verguenza", pero la señora no se inmuta, lee la nota, me la devuelve, se mete en el coche y se va.

Estoy tan sorprendida que ni siquiera puedo enfadarme. Llamo a mi marido para contarle la anécdota y pedirle que consiga un sistema de bolardos que impida que nadie aparque en nuestra acera y en mi agenda escribo "Al volver a España, ponerme en contacto con La Gitanilla para que me enseñe unas cuantas maldiciones". Y a ver si eso funciona.

martes, 9 de octubre de 2007

ΠΡΟΛΟΓΟΣ - Πρόλογος (Prólogos)

PRÓLOGO: (Del griego: prólogos) Aquello que sirve como de exordio o principio para ejecutar una cosa.

Comienzo hoy la aventura del blog, aunque llevo en Atenas ya casi un mes. Me propongo escribir con la mayor asiduidad posible historias que tengan que ver con mi nueva aventura con un denominador común: el titulo de la historia será una palabra griega que se dice exactamente igual en Español. Bueno, me permitiré algunas licencias. Como con la palabra de hoy: "prólogos", que tiene una ese al final que no existe en castellano. También seré benevolente con las palabras que siendo iguales, están acentuadas en distinta sílaba, lo que no hará que el sinificado sea distinto o que sea complicado identificarlas.

Dicen que con saber 1000 palabras en un idioma, ya puedes manejarte en esa lengua. No se yo si este blog dará para tantas entradas, pero mi intención es demostraros que sabéis mucho más griego del que creeis.

Vuestros comentarios serán bienvenidos. Espero ir mejorando este espacio día a día (todavía estoy muy verde en la materia) y para ello nada mejor que las críticas -constructivas, por favor- de quienes lo visitan.

Queda, pues, inaugurado este blog... y que los dioses del Olimpo lo protejan.