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jueves, 2 de julio de 2009

ΦΕΡΕΤΡΟ, φέρετρο (féretro)

FERETRO: Ataúd. Caja o andas en que se llevan a enterrar los difuntos.


Lo primero de todo quiero pedir disculpas por el abandono en el que te tenido este blog durante casi un mes. Espero volver a, al menos, la publicación semanal, pero en verano y en Grecia, la cosa se hace difícil.


Estoy hojeando estos días un libro que se llama “El libro de los hechos insólitos”, con cuestiones de lo más curiosas de temas muy variopintos. Hoy os cuento algunos de ellos relacionados con la muerte de personajes de la antigüedad griega.


Milón de Crotona (siglo VI a.de C.) venció en seis pruebas distintas de los Juegos Olímpicos y en siete de los juegos Píticos. Según cuenta la leyenda, tras la última de sus victorias olímpicas, dio una vuelta al estadio cargado con un buey (o, según otras fuentes más moderadas, con un novillo de tres años), lo mató de un puñetazo en la cabeza, lo hizo asar y luego se lo comió entero. De este forzudo se asegura que también era capaz de romper una fuerte cuerda anudada a su cuello con el simple esfuerzo muscular, sin ayuda de sus manos. Ninguna de estas azañas sería inverosímil de hacer caso a la leyenda según la cual comía al día siete kilos y medio de carne y ocho de pan, trasegándolos con unos quince litros de vino.

Un día, ya viejo, quiso acabar de rajar un árbol entreabierto, pero se le quedaron aprisionadas en él las manos y fue devorado por los lobos.


El dramaturgo Esquilo (525-456 a. de C), según la tradición propagada por Hermipo de Esmirna, murió golpeado por una tortuga que se desprendió de las garras de un águila que volaba casualmente sobre él.


Calcas, uno de los más respetados adivinos del siglo XII a. de C., que actuó como tal en la guerra de Troya, aconsejando la construcción del famoso Caballo, se encontraba un día plantando unas viñas en su propiedad cuando un vecino le pronosticó que no viviría suficiente como para beber el vino de aquellas viñas. llegado el día en que el vino estaba listo, Calcas invitó al agorero. A punto de levantar la copa, el vecino repitió su premonición, lo que provocó un ataque de risa al infortunado Calcas que, incapaz de reprimir las carcajadas, murió ahogado allí mismo.


Estos ejemplos demuestran que hay muchas maneras inesperadas de morir. La muerte -y lo estamos viendo todos los días: los pasajeros del avión, Michael Jackson, Farrah Fawcet, Dalila, primera víctima española de la gripe A- se abre paso inexorablemente. Pero a veces, la vida también. Y si no que se lo digan a Baya Bakari, la niña yemení, única superviviente del accidente aeronaútico en las Islas Comores, para quien, lo que podía haber sido su féretro (el avión que se precipitó en el Indico), fue su salvación (pasó 12 horas agarrada a un trozo de fuselaje).


Y no olvidemos lo que dijo otro sabio griego, Epicuro de Samos: “La muerte es una quimera porque mientras yo existo no existe la muerte, y cuando existe la muerte, ya no existo yo”.


Buen verano y sobre todo, a disfrutar de la vida.