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martes, 6 de mayo de 2008

ΕΙΔΩΛΟ, είδωλο (ídolo)

IDOLO: Imagen de una deidad objeto de culto. Persona o cosa amada o admirada con exaltación.

Mi ídolo de las últimas semanas se llama Eduard Estivill. Es un médico catalán, especializado en los problemas del sueño. Como todo personaje más o menos público, tiene seguidores y detractores. Pero lo que es cierto es que tiene las llaves del sueño, y eso, cuando se tienen niños pequeños, es como tener las del paraíso.

Yo ya lo sabía porque con mi hija mayor lo probamos y nos sorprendimos al ver que, después de pasarnos unos quince días sin saber qué hacer porque de repente no quería quedarse sola en su habitación y había que dormirla en brazos (con el consiguiente problema de espalda, porque ya tenía año y medio y el angelito pesaba lo suyo), solucionábamos nuestro problema en tres días. Pero pensé que había ido tan bien por lo "leve" del problema.

Con la peque el sufrimiento fue mayor. No dormía más de cuatro horas seguidas desde los 4 meses, y la pediatra nos había aconsejado que no aplicásemos ningún método de llanto controlado (así se llaman), hasta que no tuviera unos diez meses. Aguanté hasta los 9, porque tantos meses sin dormir más de cuatro horas seguidas (en el mejor de los casos; pasé noches de “a hora”) terminan con la paciencia (y con el humor, y con la salud, y con la vida sexual, y con la vida social…) de cualquiera.

El método consiste en enseñar al niño a dormirse solo, sin la presencia de los padres. Eso hace que duerma de un tirón toda la noche porque si se despierta, se vuelve a dormir porque sabe como hacerlo y no necesita llorar para que vengan los padres. Se empieza por darle al niño unos cuantos “referentes” (un muñeco, un chupete, un dibujo…) que estén toda la noche cerca de él y que le hagan “situarse” en el caso de que se despierte por la noche.

Para enseñarle, hay que dejarle en la cuna solo y darle una charla explicándole con voz dulce que le vas a enseñar a dormirse solo y que para ello va a tener la compañía del muñeco, del chupete, del dibujo… lo que se te ocurra, y luego te vas. Lo que sigue, normalmente, es una demostración de capacidad pulmonar, pero tú no te inmutas, sino que esperas un minuto, luego entras en la habitación y le vuelves a echar la charla al niño. Si sigue llorando, vuelves a entrar a los dos minutos, y si sigue, a los tres. Y continúas entrando cada tres minutos hasta que se quede dormido. Digamos que el truco está en que el niño sepa que tu estás ahí, que no está solo, y que vas a entrar las veces que haga falta para que él lo sepa, pero que no le vas a coger. Los niños, que en el fondo son de lo más lógico, suelen llegar a la conclusión de que no vale la pena tanto esfuerzo de llorar para que tu madre te esté dando la vara con la misma cancioncita cada vez que entra, y terminan por dormirse. Si… pero ¿cuánto tardan???

Pues con nuestra hija pequeña pensamos que no iba a ser tan fácil como con la mayor, primero precisamente porque era más pequeña y segundo porque llevaba demostrando durante muchos meses una increíble capacidad para no dormir.

El primer día fue duro; la dejamos en la cuna y lloró 45 minutos (conmigo entrando religiosamente cada tres). Luego se despertó a las dos de la mañana y estuvo llorando casi dos horas (y yo al borde del suicidio, cayéndome de sueño y soltándole la charla cada tres minutos) y se durmió hasta la hora del biberón.

La segunda noche temía una repetición de la anterior, pero la dejé en la cuna y a los cinco minutos se calló (este es el momento en el que entras igual que si estuviera llorando, porque no te lo puedes creer). Durante la noche se despertó un par de veces pero nunca llegó a llorar más de 12 minutos.

La tercera noche, la dejé en su cunita, me miró, me sonrió, se mantuvo calladita mientras le decía la letanía, salí de la habitación, y no hizo ni un ruido… Nos acostamos pensando en lo que pasaría durante la noche y el despertador nos sorprendió por la mañana. Hacía más de 7 meses que nos despertábamos –y muy a menudo- con llantos (a veces, se le unía el mío de pura desesperación). No dábamos crédito.

…Y hasta hoy. Se acabó ponerse nerviosa en el momento en que piensas que tienes que acostar a la niña. Se acabaron las ojeras, el cansancio, la desesperación. Ahora volvemos a ser normales. Salimos, invitamos a amigos y nos apetece irnos a la cama (en todos los sentidos). Y la peque se despierta feliz y las mañanas vuelven a ser divertidas.

Hay gente que dice que lo que vende es un método de maltrato infantil. Pero para mí lo que vende es salud y felicidad. Salud porque en tres días enseña a un bebé a dormir once horas seguidas. Felicidad porque los padres por fin vuelven a tener vida.

Yo respeto todas las opiniones, y quien esté en contra lo tiene fácil: que no lo aplique. Pero vamos, que yo a este hombre le hago un monumento.

(para más información ver http://www.doctorestivill.com/)