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viernes, 10 de febrero de 2012

ΚΑΘΟΛΙΚΟΣ, καθολικός (católico)


CATÓLICO: (Del lat. catholĭcus, y este del gr. καθολικός, universal).
1. adj. universal (‖ que comprende o es común a todos). Afirmando esta pretensión se calificó así a la Iglesia romana.
2. adj. Verdadero, cierto, infalible, de fe divina.
3. adj. Que profesa la religión católica. Apl. a pers., u. t. c. s.
4. adj. Renombre que se ha dado a los reyes de España desde Fernando V e Isabel I.
5. adj. coloq. Sano y perfecto. “No estoy muy católico”
Parece que por fin se han decidido a abrir los ojos y ver más allá de sus propios mantos de brocados.
El Vaticano parece dispuesto a terminar de una vez con el “silencio cómplice” de la Iglesia católica con respecto a la pederastia. Los superiores de una treintena de órdenes religiosas y representantes de 110 conferencias episcopales de todo el mundo participan desde el lunes hasta el jueves en un simposio, organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, para prevenir y atajar los abusos a menores por parte de los clérigos. Nada más llegar, recibieron un mensaje muy contundente del Papa. Les decía que la pederastia es “una tragedia”, que la curación de las víctimas tiene que ser la “preocupación prioritaria” de la comunidad cristiana y que la Iglesia necesita “una profunda renovación en todos los niveles”. Hay además dos señales que subrayan hasta qué punto Benedicto XVI parece implicado en la batalla. La primera es la participación en su nombre del cardenal William J. Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien admitió: “En los últimos diez años nos han llegado 4.000 denuncias de abusos, que han puesto de manifiesto la inadecuada e insuficiente respuesta canónica”. Otro aspecto importante es que el primer testimonio será el de Marie Collins, una mujer irlandesa que padeció de niña los abusos de un sacerdote. Será su sufrimiento el que abra el simposio.
Me alegro. Me alegro mucho. No me explico cómo hasta ahora no se habían atrevido a volver sus ojos hacia esas “manzanas podridas” de su organización, que, si llegase a ser cierto que existe en infierno, deberían estar ya oliendo el tufillo de sus propios cuerpos chamuscados. Yo me quedaría más tranquila (ya que lo del infierno, como que no me convence) si pudieran ser juzgados en más terrenal tribunal. 
Espero que no se quede en un simple simposio (palabra, por otro lado, griega, que se utilizaba para denominar a las reuniones sólo para hombres y donde, aunque contaba con la presencia de mujeres, no solían ser invitadas, sino “contratadas”).
Me llama la atención, ciñéndome a la cuestión etimológica, que la palabra católico sea en su origen, griega. De hecho, si miramos la definición de católico en un diccionario de griego moderno, encontramos que la palabra, cuando sigue a “anthropos”, o sea, hombre, significa “me sferikí pedía”, o sea, con una educación global, universal.  Curioso.
Pero bueno, que estoy contenta de que no se siga negando lo evidente. Y como estas iniciativas me ponen de buen humor, no he podido evitar, al leer la última acepción de nuestro diccionario, acordarme de un chiste que viene al pelo:
Una mañana, en el Vaticano, el Santo Padre se despierta con una gran erección (si cabe que los santos padres sufran reacciones tan mundanas). Mientras se está preparando para su día, entra el camarlengo y como todas las mañanas, le pregunta: “¿Qué tal se ha levantado hoy el Santo Padre?” A lo que el papa contesta “¡Pues no me he levantado muy católico!”.