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domingo, 28 de marzo de 2010

ΠΑΓΑΝΙΣΜΟΣ, παγανισμός (paganismós)

PAGANISMO: Religión de los gentiles o paganos. Conjunto de los gentiles o paganos: se dice de los idólatras y politeístas, especialmente de los antiguos griegos y romanos. Se dice de todo infiel no bautizado.
Llega la semana santa, y como todos los años hemos tenido la misma duda: ceñirnos a las tradiciones, o aprovechar las vacaciones para irnos por ahí. Bueno, digo “ceñirnos” y no es del todo correcto, ya que yo lo tengo claro. Si me tengo que “ceñir” por evitar un problema familiar, pues sea, pero ceñirse, lo que se dice ceñirse, no me ciño.
Los que me conocen, o llevan leyendo este blog sus dos años de existencia, sabrán que, en cuanto a cuestiones eclesiásticas, conmigo no hay duda: reniego de TODAS las religiones. Me parece que son instituciones pasadas de moda, en muchos casos peligrosas,  que lo único que hacen es estrechar las posibilidades de la mente humana, y, encima, llenarla de malos pensamientos para que todas ellas se crean superiores a las demás llegando, incluso, a matar por ello. Si se me apareciese un “mago de la lámpara” que, por otro lado, considero tan posible como que se me aparezca la virgen María en persona y me dijese que me concede un deseo (con uno me sobra), diría sin dudar: terminar con todas las religiones. Creo que lo demás sería, comparativamente hablando, mucho más fácil de solucionar. 
Pues eso. Establecida la premisa, pasemos a posteriores. Nos vamos de vacaciones en Semana Santa, y mi marido que -aunque es más ateo que yo- la cosa de las tradiciones le produce picores que no sabe como rascarse, me dice que quizá tendríamos que contar con la posibilidad de comprarles una “vela”  las niñas. A ver, para que se me entienda: En Grecia, el viernes santo, todo el mundo sale con velas de color cera natural (oscuras, casi como las velas negras de la Pitonisa Lola) a la procesión donde sacan a pasear “el epitafio” (en la religión ortodoxa sólo utilizan iconos, las esculturas están prohibidas), pero el sábado por la noche, después de las doce,  cuando se supone que Jesucristo ha resucitado, es tradición que los niños lleven a la iglesia, para recibir el nuevo fuego,  vistosas velas ricamente adornadas, que normalmente les ha regalado su padrino de bautismo. La tradición llega tan lejos como para que en todas las jugueterias y en todos los quioscos, cualquier artículo infantil venga, en estos días, acompañado de su “lampada” (vela) de regalo. Los mayores van con velas blancas.
Publicaba hace unos días un amigo (tan ateo como yo), lo siguiente en Facebook: “Antropocronologia. La Semana Santa se celebra coincidiendo con la primera Luna llena después del equinoccio primaveral. Es una tradición pagana donde la haya. Paradigma de la estrategia eclesiástica que tan buenos frutos les ha dado: Si son mas fuertes que tu…… asimílalas.”. 
No se yo lo de “si son más fuertes que tú”, pero reconozco que no tengo problema en asimilar la idea de comerme un cordero el domingo, o chocar tontamente huevos duros pintados de rojo para ver si se rompe la “miti” (naríz) o el “popó” (culo). Incluso no me parece nada fea la idea de la nueva luz que lo ilumina todo (igual que pasa en el solsticio de invierno -también conocido como Navidad- con las luces). 
Y que conste que me encantan las velas. Y que me parece que la “imagen” de dar luz, va unida a una negación del oscurantismo y los miedos atávicos injustificados. Todo eso me gusta. Pero de ahí, a tenerme que acercar a una iglesia para que un señor vestido de lagarterana (con todos mis respetos a las lagarteranas) encienda la luz de mi vida, pues qué quieres que te diga, como que no lo veo. Será cabezonería. Serán reminiscencias negativas por haber asistido a  un colegio de monjas. Será cabreo por oír hace poco a un “ministro de la religión católica” (afortunadamente, preso) decir que creía que  sus prácticas pedófilas eran un “uso socialmente aceptado”.  Lo que tu quieras. Pero no lo veo. Y me encantaría (y esto es probablemente, una intento de proyección de progenitor, pero humana soy al fin y al cabo), que a mis hijas -en un futuro- les pareciera tan mal como a mí.