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viernes, 12 de marzo de 2010

ΙΔΙΟΣΥΓΚΡΑΣΙΑ, ιδιοσυγκρασία (idiosincrasía)

IDIOSINCRASIA: Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad.
Le preguntaba ayer a mi profesora de griego, qué pensaba ella sobre la situación actual en el país. Ella, una mujer en la sesentena, que lleva ejerciendo la docencia cerca de treinta años y que ha vivido dentro y fuera del país, acompañando a su esposo, que, ahora retirado, es un militar que ha trabajado toda su vida en la OTAN, me dió su visión de los hechos.
Ani, que así se llama mi profesora, empezó declarando un “aquí la culpa la tenemos todos, porque la gente le echa la culpa muy fácilmente a los gobernantes que hemos tenido en los últimos veinte años, pero ¿acaso no son ellos también griegos?”
Según ella, los griegos tienen una idiosincrasia particular. “Somos muy inteligentes, sí, pero también muy ególatras, siempre nos hemos creído el ombligo del mundo, incluso lo tenemos señalado: Delfos. Y lo que hace falta es que nos dejemos de mirar el ombligo y seamos capaces de ver qué podemos hacer para mejorar lo que tenemos alrededor. Pero ningún griego quiere renunciar a nada para que mejore el que está al lado, y en este caso es extensivo al propio país. Nos sentimos con derecho a hacer lo que nos parece mejor para nosotros mismos, sin pensar ni un momento en el prójimo, o  pensando que nadie puede ser tan listo como nosotros. Y fue así en la Grecia clásica. Nuestros filósofos y pensadores establecieron la base de muchos de los conocimientos que hay sobre la faz de la tierra, pero se nos olvida que cuando esos filósofos empezaron a propagar sus conocimientos, dejaron de ser de su propiedad, y hubo otros filósofos y otros pensadores que desarrollaron sus ideas y éstas se hicieron patrimonio del mundo . Pero nosotros nos quedamos ahí, regodeándonos en lo inteligentes que éramos”
Le recordé la frase que he oído aquí muchas veces y que califica a los griegos como “indignos descendientes de dignos antecesores”. “Nada, nada”, me contestó ella “Los antecesores tampoco fueron tan dignos. Inteligentes, sí, pero no muy listos, si no, de qué, tras tanto logro, se perdió todo lo que se tenía y se cayó bajo el imperio otomano ni más ni menos que cuatrocientos años. Y ahora somos el punto al que toda Europa señala con el dedo. Aquí lo que hay que hacer es dejarse de tanta protesta y arrimar el hombro. No hay otra”.
Un poco más tarde, esperando en la calle a que mis hijas volvieran del colegio en el autobús escolar, le daba vueltas a las palabras de mi profesora, pensando qué cerca estaban de la filosofía de la organización “estosololoarreglamosentretodos.com”. Mientras llegaba la furgoneta, un Smart decidió recorrer mi calle en dirección contraria, y hacer un giro prohibido en la calle principal, parando el tráfico y casi provocando un accidente. Dos minutos después, otro coche intentó aparcar en la puerta de mi garaje. Y cuando llegaron las niñas, tuve que esperar, con ellas en brazos bajo el paraguas, a que unos cinco coches más pasaran, porque ninguno me dejó cruzar hasta mi casa. Mientras, en la tele ponían noticias de la huelga general. La tercera en lo que va de año. 
Reconozco que tras dos años y medio viviendo aquí, disfrutando de la belleza de este país, de su oferta cultural, de su pasado, de su gastronomía y de sus paisajes, empiezo a estar un poco harta de tanta protesta y a la vez tanta inmovilidad. Los griegos y los españoles nos parecemos en muchas cosas, pero hay una en la que somos muy opuestos: los españoles hemos tenido un atávico sentimiento de inferioridad, los griegos, lo contrario. Y, en mi humilde opinión, y, como diría Felipe González “sin acritud”, creo que es hora de abandonar esta actitud de “hago lo que me viene bien a mí, porque yo lo valgo” o habrá que crear una organización que se llame “estonoloarreglanidios”.