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miércoles, 4 de febrero de 2009

ΕΓΚΟΜΙΟ, εγκόμιο (encomio)

ENCOMIO: Alabanza encarecida


Cuando se es un fuera de serie en algún deporte, sólo hay una cosa que puede hacer que te luzcas menos… que coincidas en el tiempo con otro fuera de serie. Y eso es lo que le ha pasado a Federer, que le ha tocado ser contemporáneo de Nadal.


El tenis no es mi deporte favorito, pero disfruto mucho viendo los torneos importantes por televisión. Y lo que me encanta es ver los partidos Nadal-Federer. Cuando estos chicos se enfrentan, sabes algo seguro: será un partido largo, bonito, emocionante y en el que ambos lo darán todo.


Me encanta lo que pasa con estos dos jugadores. La suerte no está echada hasta que no se juega el último punto. Tienen la cabeza tan bien amueblada, que aun cuando uno de ellos va perdiendo claramente, no da su brazo a torcer. Y eso, sobre todo desde la grada, es de agradecer. Vamos, que el que compre una entrada para un partido entre estos grandes tenistas, sabe que es dinero bien gastado.


Tan bueno me parece su juego –el de ambos- que sin perder mi preferencia “patriótica” por Nadal, nunca me ha sentado mal que ganase Federer, porque también se lo merece. Además, me cae bien. Me parece una buena persona, es elegante y jamás le he visto un mal gesto.


Poco puedo decir de Nadal que no se haya dicho ya. El estilo es completamente distinto. Nadal es fuerza pura, pasión, coraje y todo eso sin perder la concentración ni un segundo.


Rafa Nadal se empeña en ir marcando hitos, y torneo tras torneo va conquistando títulos nunca antes alcanzados. Se supera cada día, y aun cuando da pequeños sustos al resentirse de algunas lesiones, siempre sale airoso e incluso fortalecido.


Pero no todo queda en lo deportivo… o quizás es lo más DEPORTIVO (pero así en mayúsculas) que ha hecho. Leí ayer en El País que Nadal ha propuesto como candidato al premio Príncipe de Asturias de los deportes a su gran rival y sin embargo amigo, Roger Federer. Ahora tiene que convencer a pasados ganadores de este mismo premio de los merecimientos del suizo. ¿Es o no es digno de encomio?