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lunes, 30 de enero de 2012

ΤΗΛΕΦΩΝΟ, τηλέφωνο (tiléfono)


TELÉFONO:(De tele- y -fono).
1. m. Conjunto de aparatos e hilos conductores con los cuales se transmite a distancia la palabra y toda clase de sonidos por la acción de la electricidad.
2. m. Aparato para hablar según ese sistema.
3. m. Número que se asigna a cada uno de esos aparatos.
Casi todos los días, desde hace prácticamente dos años, me cruzo, cuando me dirijo a esperar a mis niñas a dónde les deja el autobús escolar, con un hombre que va a hablando en alto. Esto, hoy en día, no es nada raro. Al menos por estas latitudes, donde casi todo el mundo usa el móvil con auriculares, muchas veces inalámbricos y colgados de la oreja a todas horas, con lo incómodo que tiene que ser eso. 
Tendrá unos cuarenta y tantos, moreno, pelo corto, aseado y bien peinado. Estatura media, bien vestido, como si viniese de la oficina. Pantalones de franela, jersey cuello caja sobre la camisa -sin corbata, luego más currito que ejecutivo- cazadora de tela acolchada, y cuando el frío arrecia, chaquetón tres cuartos y bufanda. Suele llevar colgada al hombro una cartera de cuero, trabajada, aunque no vieja y la mayor parte de las veces, lleva una bolsa o dos del supermercado cercano.
Habla siempre que le veo, bastante airadamente, por cierto, e incluso gesticula con la mano si no la lleva ocupada por una bolsa. Habla rápido y también camina aprisa, por lo que nunca me ha dado tiempo a pillarle ninguna frase con sentido más allá de un “aftó” (pues eso) o un "blépis?” (¿lo ves?).

Toda la vida... bueno, toda la vida no, desde que existen lo móviles, me ha llamado la atención el poco pudor con que la gente airea sus conversaciones telefónicas. Antes, hablar por teléfono implicaba estar en casa, o en una oficina, o como mucho, en una cabina telefónica. Ahora cualquier sitio es bueno, y poco le importa al que habla quien pueda estar escuchando; como le pasó a aquel delincuente que, sentado en un tren, llamó a quien correspondiera para informarle de que ya se había cargado al pobre infeliz para cuya muerte le habían contratado, sin imaginarse que el señor que se sentaba en la fila de detrás era un policía fuera de servicio. Hay que ser imbécil.
Al menos, mi hombre no molesta a casi nadie, porque va por la calle... aunque, después del descubrimiento del viernes, ya no se qué pensar.
Porque el viernes, mientras yo esperaba como siempre la aparición del autobús. Él pasó con su charla habitual y, al llegar a mi altura, aunque en la cera de enfrente, algo le llamó la atención en el suelo. Ignoro lo que era, pero se acuclilló a mirarlo, y su cartera se le deslizó del hombro y dio en el suelo. El hombre se levantó, se la ajustó de nuevo, y de nuevo se acuclilló, pero hacia el otro lado, para que la cartera no se moviera. Lo que pudiera estar mirando dejó de tener importancia para mí, porque en estos dos movimientos (que además, hizo en silencio), pude ver claramente sus dos orejas, cuestión nada difícil dado su buen corte de pelo. 
Y lo que ví me resultó aún más desconcertante que escuchar las conversaciones privadas de la gente: en ninguno de los dos oídos había nada que pudiera asemejarse a un auricular o manos libres. No hablaba por teléfono.
Siguió su camino y reanudó su ¿conversación?. Aún le pude escuchar decir “katálabes?” (¿has entendido?).

miércoles, 25 de enero de 2012

ΒΙΟΡΡΥΘΜΟΣ, βιορρυθμός (biorritmós)


BIORRITMO: 1. Ciclo periódico de fenómenos fisiológicos que en las personas puede traducirse en sentimientos, actitudes o estados de ánimo repetidos cada cierto tiempo. 2. Estudio de la posible influencia que estos ciclos tienen sobre el comportamiento humano.
Largo tiempo sin pasar por aquí... y la culpa la tiene el biorritmo. Durante meses se han repetido para mí esas actitudes y estados de ánimos que me bloquean y no me permiten escribir una línea. Llámalo vacaciones de navidad, llámalo niñas sin colegio, llámalo como quieras y si encuentras un buena forma de definirlo, por favor, me lo cuentas, a ver si me entero yo también.
Muchos proyectos, todos atractivos, algunos arriesgados, y sobre todo poco tiempo para ellos, lo que al final se traduce en una pésima organización de mis quehaceres y el llegar al final de la semana preguntándome ¿pero qué he hecho yo con el tiempo que tenía para mis cosas?
Cierto es que estoy en Grecia, y este país, como todos, también tiene sus biorritmos, y hay veces que hay que tener los propios muy bien acompasados para ser capaces de aguantar los del país. Que si un día no puedes fiarte de internet (parece que aunque tengas contratada la velocidad máxima, las infraestructuras no son las necesarias, con lo cual...), que si pides cita a un técnico y te pasas una semana esperando simplemente una respuesta, que si te planteas crear una empresa y todo el mundo a tu alrededor te dice que si te has vuelto loca...
Y eso por no hablar de los “estados de ánimo repetidos cada cierto tiempo”. Este país, desde Octubre de 2010, momento en el que el expresidente Papandreu comenzó a sacar los trapos sucios de las cuentas a la luz, vive en un permanente “Día de la Marmota” ¿Os acordáis de la película? Bill Murray se despertaba una y otra vez en el día en el que una famosa marmota de Estados Unidos despierta de su sueño y depende cómo salga de la madriguera, augura cómo será el invierno. Pues aquí igual, aunque con una diferencia considerable: en la peli, el protagonista se daba cuenta de que podía cambiar lo que había hecho el día anterior (el “mismo” día anterior) y así iba mejorando como persona día tras día (tras el “mismo” día) hasta que al final lograba salir de la encrucijada. 
No me parece que sea el caso de Grecia. Tras cada “amanecer” de su particular día de la marmota, es decir, cada vez que la troika vuelve a “rescatar” el país, los sentimientos, las actitudes y los estados de ánimo vuelven al estado inicial: ¿Hasta cuándo? ¿por qué? ¿me tocará a mí perder el trabajo ahora?.
Espero, es más, lo deseo con toda mi alma, que los biorritmos del señor Papadimos anden más acompasados que los míos y los del país y, como Bill Murray en la película, sepa ir cambiando con bien lo que haya que cambiar para que se pueda -por fin y de una vez por todas- salir de esta pesadilla.
P.D. Hoy ha muerto en Atenas Theodoros Angelopulos, un gran cineasta, arrollado por un policía motorizado mientras cruzaba una calle. Toda una metáfora. Buen viaje.