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viernes, 18 de febrero de 2011

ΕΚΑΤΟΜΒΗ, εκατόμβη (ekatómbi)


HECATOMBE (Del lat. hecatombe, y este del gr. ἑκατόμβη).
1. f. Mortandad de personas.
2. f. Desgracia, catástrofe.
3. f. Sacrificio de 100 reses vacunas u otras víctimas, que hacían los antiguos a sus dioses.
4.f. Sacrificio solemne en que es grande el número de víctimas.
Hoy nuestro jardín se ha convertido en un cementerio de palmeras. 
Las habíamos utilizado muchas veces para que nuestros visitantes encontraran con facilidad la casa. “Es la de las palmeras”, decíamos. Ahora tendremos que decirlo en singular “la de la palmera”, ya que una sola ha sobrevivido a la mortandad. Se ha librado porque es de una especie distinta. 
Nos queda el consuelo de que la que queda es la más especial para nosotros. Todos los veranos, cuando se acerca el cumpleaños de nuestras hijas, la palmera parece celebrarlo abriendo unas preciosas y enormes flores blancas.
Las otras dos, las pobres, ya no verán más veranos. Hoy yacen desmoronadas por el suelo de nuestro jardín después de que la sierra mecánica las socavase para evitar su caída accidental. Un insecto ha sido la causa final - pero no la razón- de que por toda Atenas se pueda asistir al dantesco espectáculo que supone ver cómo esos árboles, centenarios en su mayoría, han ido perdiendo, primero, su verdor y luego, sus ramas, que se van ajando, y van descendiendo, marrones ya, para terminar colgando inertes de sus altos troncos. Da pena verlas.
Al bicho en cuestión da miedo (bueno, a mi me dan miedo todos los bichos). Mide unos cinco centímetros y de su caparazón, rojo y negro y muy brillante, salen unas horribles pinzas que comen, comen, comen... por no hablar de los asquerosos gusanos que se acomodan dentro de los árboles, e igual que sus voraces padres comen, comen, comen...
Pero, al fin y al cabo, los bichos sólo hacen lo que se espera de ellos.
Sin embargo, los que no hicieron lo que se esperaba de ellos -mal rayo les parta- fueron los responsables de que miles de palmeras, importadas de Africa para embellecer la ciudad con miras a los Juegos Olímpicos de 2004, no pasaran los controles de seguridad sanitaria necesarios. Los bichos vinieron en ellas, y de ellas siguen comiendo. Y terminarán con ellas, porque poco se puede hacer. Nosotros intentamos la salvación de las nuestras aplicándoles un tratamiento de microondas muy novedoso -y muy caro- que se ha quedado en agua de borrajas. El mal -oculto y silencioso- estaba demasiado extendido.
No quiero ni pensar qué hubiera pasado si en una de esas palmeras, en lugar de estos hambrientos habitantes, hubieran llegado otros a los que,en lugar de gustarles la verdura, les gustara la carne... la hecatombe.